Es sábado y suena el despertador. Esto solo puede significar una cosa: nos espera una dura jornada de trabajo. A las 8.00 de la mañana, bien temprano, los acordes de Izal se escuchan en la habitación y no son reminiscencias de un viernes loco. Es hora de levantarse. Otoño, primeros de octubre y estamos en la Ribera del Duero. ¿Hace falta alguna pista más? Sí, es fácil: momento de vendimias.
Quien más y quien menos, tiene una viña, normalmente heredada de sus antepasados, que provoca en buena parte de los casos un reencuentro familiar, con efímeras comidas en el campo de batalla y atuendos de lo más pintoresco. La economía de la zona crece, se mueve, circula: compras, desplazamientos, aumento temporal de la población. Las idas y venidas de gente y vehículos en la comarca se disparan en esta época. Vecinos, amigos, familiares y jornaleros, venidos de otros puntos del continente, principalmente hombres y mujeres del este, conforman un puzzle social interesante.
Aunque no es lo mismo trabajar por amor al padre o al abuelo, que hacerlo por amor al futuro de los hijos. En vendimia se viven situaciones dispares, motivos de unos y otros que son la cara y la cruz de una moneda. En definitiva, intereses y objetivos con recompensas muy diferentes.
Pero ahí estábamos nosotros, a las 9.30, en nuestra burbuja particular, rodeados de cepas, de uva buena y recibiendo el sol a plomo.
Poco a poco, tirando de garillo, los racimos negros caían en los canastos presagiando una cosecha excelente. Al final del día, el mosto nos dio la razón.
Aunque una parte de la uva va para la Cooperativa Tierra Aranda, el fruto de la otra tierra, el de la viña vieja, la de los siglos, la del pueblo, tiene reservado el rito de la elaboración. Un homenaje para los antepasados y un privilegio para Guillermo, el heredero de la viña, que un día se propuso experimentar cada una de las partes del proceso. De la pasión por conectar pasado y futuro nació Quematus, un vino artesanal, de autor, dedicado a la familia, a los amigos y al consumo propio.
Nuestros mayores nos cuentan una y otra vez lo difícil que era el tiempo de vendimias, las madrugadas frías, los preparativos laboriosos, los kilómetros que se multiplicaban hasta llegar a la viña, el trajín interminable en los lagares… Las familias vivían un sinfín de calamidades que complicaban ya de por sí el arduo trabajo, sin garantizar la calidad del producto. Hoy en día, la mecanización del campo facilita ya no solo la vendimia, sino el resto de labores vitivinícolas, ofreciendo un vino de excelente calidad.
La D. O. Ribera del Duero cuenta con más de 1.200 marcas de un vino de gran calidad, desde un joven a un reserva, bajo el control exhaustivo del Consejo Regulador.
El otro día leí que Ribera del Duero sería el vino oficial en la cena de inauguración del congreso internacional “San Sebastián Gastronomika”, celebrado en el Palacio de Congresos Kursaal de la capital vasca. Un evento gastronómico donde se dan cita prestigiosos profesionales del mundo de la restauración. ¡Y los Ribera del Duero protagonistas!
Pues sí, la Ribera del Duero es una revolución, y no solo en estos días de vendimia. Es una comarca viva, donde el vino es la estrella, y la cultura, y el deporte, y el arte, y la gastronomía.
A veces te paras en la viña, echas la vista al horizonte, y te ves ahí, rodeada de cepas. Piensas en las dificultades, en el pasado, en la producción, en el buen vino, en la belleza del campo, pero sobre todo …en el orgullo de pertenecer a esta tierra.
Enlaces mencionados:
Izal: http://www.izalmusic.com
D.O. Ribera del Duero: http://www.riberadelduero.es
San Sebastián Gastronomika: http://www.sansebastiangastronomika.com/es/index.php
